O escritor norteamericano volta falar em seu recente êxito Indignación e antecipa seu próximo livro, nega o isolamento cultural de seu país e defende Obama.
Por: Antonio Monda *
ORGULLOSO. Faulkner, Hemingway, Bellow, Don DeLillo, E. L. Doctorow, Cynthia Ozick, Joyce Carol Oates y Toni Morrison. "Me siento en compañía de colegas excelentes", afirma Roth.
Un encuentro con Philip Roth en su casa de Upper West Side, un departamento de una elegancia ascética e inesperadamente lleno de aparatos tecnológicos. Acaba de llegar de su otra casa, en Connecticut, donde pasó el verano terminando una nueva novela, que pronto saldrá en los Estados Unidos con el título The Humbling, y a iniciar uno nuevo, que todavía no tiene nombre.
En el curso de este encuentro me explicó que siente el peso de la vejez y un vacío por los sueños traicionados y las personas que desaparecieron. Esta producción constante de libros pareciera responder antes que nada a un sentimiento de falacia, pero también es la manera orgullosa de definirse a sí mismo y de trascender a través de la creatividad la propia concepción de la existencia.
Le digo que quiero hablar de la polémica acerca del presunto aislamiento de la cultura norteamericana y él reacciona con una sonrisa estupefacta. "No logro entender cuáles son los argumentos de esta polémica", me dice moviendo de un lado a otro la cabeza. "A veces hay que preguntarse cómo es posible que se discuta una cosa así. Pero prefiero hablar de aquello sobre lo que escribo y ya verás que terminaremos incluso tocando ese tema que tanto te importa", promete.
Indignación nace de un desencanto amargo. Roth es un escritor demasiado lúcido para ceder a la debilidad de la añoranza, pero las páginas dejan traslucir un anhelo vehemente para que la vida sea un misterio doloroso. "Muchos me preguntaron por qué escribí de pronto sobre un joven", dice sin concluir la oración y enseñándome una foto que lo muestra con uniforme militar, tomada en la época de la Guerra de Corea. Es justamente el período en el que está ambientada la novela y en la foto Roth, tiene la edad del protagonista Marcus Messner.
"En los últimos tiempos escribí siempre sobre personas ancianas", cuenta mientras guarda en su lugar la foto. "Ya estaba un poco cansado. Esta vez quería contar la historia de inexperiencia y desesperación en una época que tendemos a olvidar. Yo me enrolé para aquel terrible conflicto, pero por suerte, la guerra terminó antes de que partiera.
-¿Por qué quiso contar otra vez la iniciación erótica y los conflictos en el ambiente académico?
-Me interesaba contar la represión sexual que existía antes de los años 60. Ambientar la novela en un college ofrece también otros elementos de represión y conflicto, incluso si quiero contar que como docente he tenido una experiencia interesante.
-Dudo que alguien haya osado crearle problemas.
-No quisiera comentarlo. Sólo te digo que tuve total libertad cuando decidí encaminar un curso sobre Bellow y Kafka, dos escritores analizados por contraste. Y lo mismo con respecto a los cursos de los autores franceses como Mauriac, Celine y Gide.
-En el encuentro con el decano de la universidad, usted define "indignación", como la palabra más bella del inglés.
-No es algo con lo que yo necesariamente coincida, pero sostengo que le cabe a la psicología de mi protagonista y para ese momento particular de tensión.
-Marcus es un hebreo que se encuentra en un ambiente protestante y conservador en el corazón del midwest y que se enamora de un "shiksa", una mujer bien.
-Olivia es en primer lugar una mujer hermosa, fascinante, de espíritu libre. Cuando comencé a escribir no tenía en mente que pudiera tener elementos así de dramáticos. El personaje se desarrolló junto a la novela y llegó a la desesperación.
-¿La madurez, crecer, es siempre un punto de inflexión y de ruptura?
-No soy así de categórico. Depende de cada uno, de los padres y de los hijos.
-Usted sostiene que es fundamental luchar e indignarse, pero en sus libros las experiencias acarrean también dolor.
-Indignarse es fundamental para luchar por la libertad, que es un valor irrenunciable, pero, como tal, trae consigo problemas, heridas y dolor. Sin embargo, las experiencias también conllevan placer, aunque la vida cotidiana nos enseña también lo contrario; que muchas personas no luchan para nada y parecen felices de no cambiar.
Marcus se mete en problemas cuando rechaza la posibilidad de ejercer una función religiosa, al explicar que la elección no nace del hecho que el es un judío observador, pero un ardiente ateo. ¿Es una definición que también le cabe bien a usted?
-Yo soy ateo, pero no siento la necesidad de usar el término ardiente. El joven Marcus evidentemente sí lo necesita.
-En "The Humbling", la novela que acaba de entregar, el protagonista es otra vez una persona madura.
-Es un actor teatral de 64 años que descubre que ya no sabe recitar. Es una historia sobre el drama de descubrir que ya no se tiene un talento.
-Otra historia amarga, signada por la pérdida.
-¿Querés que te diga que así veo yo la vida?
-Bastan sus primeros libros para hacer esa afirmación. ¿Puedo preguntarle ahora qué piensa sobre el aislamiento cultural de los Estados Unidos?
-Es una polémica tan ridícula que no logro ni siquiera entender. Sostengo que la literatura norteamericana de la posguerra hasta ahora es la más importante del mundo, con autores como Faulkner, Hemingway y Bellow. Y todavía hoy tenemos autores de primer orden, como Don DeLillo, E. L. Doctorow, Cynthia Ozick, Joyce Carol Oates y Toni Morrison. Me siento en compañía de colegas excelentes.
-Usted no escondió jamás su desapego respecto de las adaptaciones cinematográficas de sus libros...
-No es un secreto que no soy un entusiasta de aquello que hicieron con mis novelas. Sin embargo, quiero ser claro: sostengo que el cine es una forma de arte no inferior a la literatura, y pienso que existen películas buenas y malas, como las buenas y malas novelas. Por ejemplo, hace poco vi L'heure d'etè di Oliver Assayas que me pareció muy bella.
-Un año atrás me dijo que auspiciaba la victoria de Barack Obama. ¿Está satisfecho con este año de gobierno?
-Estoy muy satisfecho con Obama. Estoy estupefacto con aquello que está haciendo y que está intentando hacer.
© La Repubblica y Clarín
En el curso de este encuentro me explicó que siente el peso de la vejez y un vacío por los sueños traicionados y las personas que desaparecieron. Esta producción constante de libros pareciera responder antes que nada a un sentimiento de falacia, pero también es la manera orgullosa de definirse a sí mismo y de trascender a través de la creatividad la propia concepción de la existencia.
Le digo que quiero hablar de la polémica acerca del presunto aislamiento de la cultura norteamericana y él reacciona con una sonrisa estupefacta. "No logro entender cuáles son los argumentos de esta polémica", me dice moviendo de un lado a otro la cabeza. "A veces hay que preguntarse cómo es posible que se discuta una cosa así. Pero prefiero hablar de aquello sobre lo que escribo y ya verás que terminaremos incluso tocando ese tema que tanto te importa", promete.
Indignación nace de un desencanto amargo. Roth es un escritor demasiado lúcido para ceder a la debilidad de la añoranza, pero las páginas dejan traslucir un anhelo vehemente para que la vida sea un misterio doloroso. "Muchos me preguntaron por qué escribí de pronto sobre un joven", dice sin concluir la oración y enseñándome una foto que lo muestra con uniforme militar, tomada en la época de la Guerra de Corea. Es justamente el período en el que está ambientada la novela y en la foto Roth, tiene la edad del protagonista Marcus Messner.
"En los últimos tiempos escribí siempre sobre personas ancianas", cuenta mientras guarda en su lugar la foto. "Ya estaba un poco cansado. Esta vez quería contar la historia de inexperiencia y desesperación en una época que tendemos a olvidar. Yo me enrolé para aquel terrible conflicto, pero por suerte, la guerra terminó antes de que partiera.
-¿Por qué quiso contar otra vez la iniciación erótica y los conflictos en el ambiente académico?
-Me interesaba contar la represión sexual que existía antes de los años 60. Ambientar la novela en un college ofrece también otros elementos de represión y conflicto, incluso si quiero contar que como docente he tenido una experiencia interesante.
-Dudo que alguien haya osado crearle problemas.
-No quisiera comentarlo. Sólo te digo que tuve total libertad cuando decidí encaminar un curso sobre Bellow y Kafka, dos escritores analizados por contraste. Y lo mismo con respecto a los cursos de los autores franceses como Mauriac, Celine y Gide.
-En el encuentro con el decano de la universidad, usted define "indignación", como la palabra más bella del inglés.
-No es algo con lo que yo necesariamente coincida, pero sostengo que le cabe a la psicología de mi protagonista y para ese momento particular de tensión.
-Marcus es un hebreo que se encuentra en un ambiente protestante y conservador en el corazón del midwest y que se enamora de un "shiksa", una mujer bien.
-Olivia es en primer lugar una mujer hermosa, fascinante, de espíritu libre. Cuando comencé a escribir no tenía en mente que pudiera tener elementos así de dramáticos. El personaje se desarrolló junto a la novela y llegó a la desesperación.
-¿La madurez, crecer, es siempre un punto de inflexión y de ruptura?
-No soy así de categórico. Depende de cada uno, de los padres y de los hijos.
-Usted sostiene que es fundamental luchar e indignarse, pero en sus libros las experiencias acarrean también dolor.
-Indignarse es fundamental para luchar por la libertad, que es un valor irrenunciable, pero, como tal, trae consigo problemas, heridas y dolor. Sin embargo, las experiencias también conllevan placer, aunque la vida cotidiana nos enseña también lo contrario; que muchas personas no luchan para nada y parecen felices de no cambiar.
Marcus se mete en problemas cuando rechaza la posibilidad de ejercer una función religiosa, al explicar que la elección no nace del hecho que el es un judío observador, pero un ardiente ateo. ¿Es una definición que también le cabe bien a usted?
-Yo soy ateo, pero no siento la necesidad de usar el término ardiente. El joven Marcus evidentemente sí lo necesita.
-En "The Humbling", la novela que acaba de entregar, el protagonista es otra vez una persona madura.
-Es un actor teatral de 64 años que descubre que ya no sabe recitar. Es una historia sobre el drama de descubrir que ya no se tiene un talento.
-Otra historia amarga, signada por la pérdida.
-¿Querés que te diga que así veo yo la vida?
-Bastan sus primeros libros para hacer esa afirmación. ¿Puedo preguntarle ahora qué piensa sobre el aislamiento cultural de los Estados Unidos?
-Es una polémica tan ridícula que no logro ni siquiera entender. Sostengo que la literatura norteamericana de la posguerra hasta ahora es la más importante del mundo, con autores como Faulkner, Hemingway y Bellow. Y todavía hoy tenemos autores de primer orden, como Don DeLillo, E. L. Doctorow, Cynthia Ozick, Joyce Carol Oates y Toni Morrison. Me siento en compañía de colegas excelentes.
-Usted no escondió jamás su desapego respecto de las adaptaciones cinematográficas de sus libros...
-No es un secreto que no soy un entusiasta de aquello que hicieron con mis novelas. Sin embargo, quiero ser claro: sostengo que el cine es una forma de arte no inferior a la literatura, y pienso que existen películas buenas y malas, como las buenas y malas novelas. Por ejemplo, hace poco vi L'heure d'etè di Oliver Assayas que me pareció muy bella.
-Un año atrás me dijo que auspiciaba la victoria de Barack Obama. ¿Está satisfecho con este año de gobierno?
-Estoy muy satisfecho con Obama. Estoy estupefacto con aquello que está haciendo y que está intentando hacer.
© La Repubblica y Clarín