Mercedes cantó de todo y todo lo que pasaba por su voz brillaba de una manera distinta e irrepetible. Imagen: Eduardo Grossman |
PÁGINA12 -Argentina nos lembra a grande cantora MERCEDES SOSA,conhecida no Brasil e no mundo.Suas canções e interpretações foram emblemáticas no Brasil, especialmente nos anos 70,80 e 90 e simbolizavam o grito de latinidade e liberdade.
Argentina se vangloriava desta mulher impar até hoje.
Elis, Gal, Gil,Milton Nascimento,Chico Buarque, entre outros foram seus amigos e parceiros.
La Negra,como também era conhecida, deixou-nos órfãos para uma música latino americana que se espalhou mundo afora.
Abaixo matéria de PÁGINA 12
Una artista esencial de la música popular argentina
Diez años sin Mercedes Sosa
La notoriedad de Mercedes dentro y fuera de Argentina se fundamentó en un repertorio que no concedía a trivialidades, y una manera de cantar que tuvo en la guitarra un complemento afectivo perfecto.
Gracias a la vida que nos diste tanto, decía un cartel hecho a mano alzada con impulso repentista, pegado en la esquina de Callao y Rivadavia, sobre la pared de lo que fue la Confitería El Molino. Era uno de los miles de papelitos, cartas improvisadas, mensajes desesperados que declaraban amor y gratitud en la despedida a Mercedes Sosa, mientras sus restos eran velados, ahí al frente, en el Congreso de la Nación.
El 4 de octubre de hace diez años cayó domingo y amaneció nublado. El día no terminaba de aclarar y en las radios de los serenos, las televisiones de los bares y el boca en boca de los trasnochados retumbaba la triste noticia. Después de casi un mes de agonía, Mercedes Sosa murió a la madrugada. La cantora se bajó de los escenarios, del mundo y de la humana contingencia. Dejó su melancolía terrena, hecha del dolor de vivir y de la alegría de cantar
Aquel día en la Argentina se decretó duelo nacional y desde el mediodía, sus restos fueron velados en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso con el protocolo previsto para los embajadores. Durante toda la tarde y la noche que le siguió, miles y miles de personas se acercaron para darle el último saludo. Pasaron personalidades de la cultura y la política, colegas, pero como muchas veces sucede, por espontaneidad e intensidad, lo más conmovedor estuvo en la gente, ese pueblo enunciado de mil maneras en las canciones que Mercedes cantaba.
Todos los rostros todos, de todas las edades y las condiciones sociales, hicieron la cola de varias cuadras para poder acercarle una florcita, agitarle un pañuelo; o simplemente dedicarle un pensamiento, una mirada, un beso empujado con la mano. O romper el severo silencio del salón con un aplauso, un "¡Gracias, Negra!" y hasta entonar uno de los tantos versos que la cantante tucumana sembró en varias generaciones de argentinos. Fue el último velorio multitudinario para una artista popular. Al otro día, el cortejo partió hacia la Chacarita y el último saludo fue cantando. Sus cenizas hoy son parte del aire de Mendoza, Tucumán y Buenos Aires, sus tres patrias chicas.
Mercedes nació en Tucumán el 9 de julio de 1935, en una familia humilde. Tenía catorce años cuando, bajo el nombre de Gladys Osorio para que sus padres no la descubrieran, ganó un concurso de cantores en LV12. Desde ahí, desobediencia y canto serán su sino. En una peña de Tucumán se enamoró de las canciones de Oscar Matus, compositor de rara intuición y genio particular, con quien se casó y se fue a vivir a Mendoza. En el agitado clima cultural que marcó el paso entre las décadas de 1950 y 1960 grabó sus primeras interpretaciones, con las que establecería un contrato incorruptible entre su voz, la palabra profunda y la música perdurable. Ese cantar con fundamento quedaría enunciado en el Manifiesto del Nuevo Cancionero, que en 1963 firmó entre otros con el mismo Matus y Armando Tejada Gómez, con el que quedarían señalados otros rumbos estéticos y políticos para la canción de raíz popular.
En enero de 1965 el público masivo del folklore la descubrió a través del Festival de Cosquín. Otra desobediencia, esta vez con la complicidad de Jorge Cafrune, que sin preguntar a los organizadores la presentó ante una plaza que, al despedirla con una ovación, le otorgó el lugar de los elegidos. Para Mercedes, a través de los años, Cosquín representaría el lugar al que siempre quería volver, a pesar de la tensión manifiesta con un evento en el que a menudo la superficialidad de lo comercial relativizaba su necesidad de espesor artístico. Ahí, por ejemplo, en 1987 lo invitó a cantar a Charly García. Otra desobediencia, que levantó una gran disputa entre favorables y contrarios a la presencia de un “rockero” en el santuario del folklore, tantas veces profanado por los mismos puristas. Aquella vez se alertó la guardia de cierto espíritu discriminatorio que subyace en buena parte del mundo del folklore, reflejo de un país del que Mercedes siempre estuvo más allá.
La notoriedad de Mercedes dentro y fuera de Argentina se fundamentó con un repertorio que no concedía a trivialidades, y una manera de cantar que tuvo en la guitarra un complemento afectivo perfecto. En esa complejidad está núcleo simbólico y conceptual de un canto hacia la intimidad multitudinaria que, aun con los más variados matices, siempre terminó de cumplirse con sonido de guitaras. Rodolfo Ovejero, Kelo Palacios y Pepete Bertiz, antes de Colacho Brizuela, Jorge Giuliano, fueron algunos de sus guitarristas dilectos, cómplices de una manera de decir sostenida en la obra de los creadores más entrañables de Argentina y de América
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