"Siempre tuve miedo al futuro, porque en el futuro, entre otras cosas, está la muerte", había dicho algunas vez Ernesto Sábato. Ese futuro llegó ayer y el 'Maestro' como todos lo llamaban con un convencimiento fuera de toda discusión, aún para los que disentían de sus posturas filosóficas y políticas, perdió definitivamente ese, uno de sus grandes miedos. El autor de
'Sobre héroes y tumbas' falleció ayer a los 99 años, víctima de una bronquitis, según lo anunció su compañera, Elvira González Fraga.
El deceso del reconocido escritor tuvo lugar a las 1:30 de la madrugada en su casa del barrio bonaerense de Santos Lugares, en vísperas de un homenaje que tendrá lugar hoy en la Feria del Libro de Buenos Aires.
"Ernesto tuvo una buena vida porque fue muy querido", explicó Elvira a los periodistas. Las escenas de consternación y de pausible dolor comenzaron a ganar a intelectuales y a personalidades de la política, pero mucho a sus vecinos del barrio en donde vivió (con algunas interrupciones) desde 1945 y al que le había dedicado mucho de su tiempo.
Su hijo, el cineasta Mario Sábato, anunció que se cumplirá una de sus voluntades, la de ser velado en el modesto club de su barrio, ubicado frente a su casa, el Defensores de Santos Lugares, para que "me vaya acompañado de los vecinos y que me recuerden, a veces un poco cascarrabias, pero, sobre todo, un buen tipo", habría dicho el escritor.
En efecto, la capilla ardiente se abrió al caer la tarde y sus vecinos de siempre fueron los primeros en ingresar.
Polifacético y polémico, Sábato fue reconocido en todo el mundo no sólo como el autor de una de las novelas más importantes y mejor logradas del Siglo XX, como la crítica internacional había catalogado a 'Sobre Héroes y Tumbas' (1961), sino también como un activistas a favor de los derechos humanos y de los que más sufren, algo que sobresalió durante los nueves meses en que presidió la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep), con el informe "Nunca más" en 1984, recién acabada la dictadura militar o en su vasta obra ensayística.
Su papel contra la dictadura había comenzado después de que uno de sus ensayos que componían el volumen 'Apologías y Rechazos' fuera censurado, lo que le valió innumerables críticas, lo mismo que haber aceptado junto a Jorge Luis Borges una invitación del dictador Jorge Videla para compartir un almuerzo en 1977.
Aún así, se erigió en un luchador incansable de la democracia y de los que sufren, hasta convertirse en un militante incasable de la condición humana.
Había jurado que iba a luchar por eso hasta su muerte, este científico desengañado de la física, que supo trabajar al lado de Marie y Piere Curie en su instituto en París y que a los 40 años abandonó la ciencia para dedicarse a la literatura. También incursinó en la plástica gracias a su amigo el cubano Wilfrido Lamm, para quien vivir era "construir futuros recuerdos".
Desde Madrid, la directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarell, consideró su 'Informe sobre ciegos', una de las obras capitales, al tiempo que lo definió como "uno de los grandes, un inmenso escritor que abandonó las matemáticas y la física, por la literatura, para intentar recrear la armonía de la ciencia en los seres humanos".
Había sido galardonado con varios premios internacionales como el Cervantes y el Menéndez y Pelayo.
El centenario
Junto al de la Feria del Libro de hoy, sus amigos y familiares venían organizando el festejo de sus 100 años, que los hubiese cumplido el próximo 24 de junio.
Los últimos años los pasó en su casa, casi sin salir, y como estaba prácticamente ciego, había abandonado la escritura y la lectura.
Ayer, esa inmensa obra que supo levantar en casi una centuria, surgió a borbotones de recuerdos y de aplausos. El futuro había llegado y don Ernesto Sábato le perdió definitivamente el miedo para ingresar en el parnaso más selecto de los argentinos.
Los premios especiales para Sábato
Recibió uno de los más cálidos homenajes a un hombre de las letras en Argentina, en el 2004, durante el III Congreso de la Lengua, cuando el escritor José Saramago le dedicó el discurso, que arrancó prolongados aplausos de los asistentes y lágrimas de Sábato. "Cuando lo fui a visitar a Santos Lugares, dijo Saramago, ofrecí a Sábato el 'Ensayo sobre la ceguera', él quiso saber qué ciegos eran estos míos y yo le hablé de los suyos. ('Informe sobre ciegos'). Regresé años después a Santos Lugares, luego fuimos coincidiendo aquí y allí del mundo, en Madrid, en Badajoz, en Lanzarote, cada vez más próximos el uno del otro en la inteligencia y en el corazón, él, hermano mayor, yo, sólo un poco más joven, dos seres que, en el exacto momento en que finalmente se encontraron, comprendieron que se habían estado buscando". El otro premio pudo verse ayer cuando sus humildes vecinos lo recordaron como uno más en el barrio.
JOSÉ VALES
Corresponsal de EL TIEMPO
BUNOS AIRES
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