Muy emocionada, la escritora española recibió de manos del rey Juan Carlos de España el máximo galardón de la literatura castellana. La ceremonia fue celebrada en el Paraninfo de la madrileña Universidad de Alcalá de Henares, donde la tercera mujer en recibir ese premio reflexionó sobre la labor creativa y afirmó que “el que no inventa no vive”.
A punto de cumplir 86 años en julio, Matute recogió el Cervantes en silla de ruedas, la misma que últimamente utiliza para desplazarse. "San Juan dijo: 'el que no ama está muerto' y yo me atrevo a decir: 'el que no inventa, no vive", manifestó la escritora al inicio de su discurso, un discurso que llenó de referencias autobiográficas y que, tal y como ya había anunciado, fue más corto de lo habitual.
Con su aspecto frágil, embargada de "felicidad", lo pronunció despacio, sentada en su silla de ruedas, junto al público, y no desde la cátedra desde la que los premiados hablan habitualmente. "Nunca imaginé que llegara a conocer un día como éste", manifestó la novelista, en una intervención que en los últimos días había reconocido que le ponía nerviosa. De hecho, hoy se definió como una "anciana que no sabe escribir discursos".
"Preferiría escribir tres novelas seguidas y 25 cuentos a tener que pronunciar un discurso como éste", manifestó ante los reyes Juan Carlos y Sofía, que presidieron la ceremonia a la que también asistieron el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
"Es una de las más grandes y singulares escritoras de nuestro tiempo", dijo el monarca sobre la autora barcelonesa, de la que destacó "su fina sensibilidad" y su "reconocida maestría para convertir la realidad, por dura que sea, en hermosas palabras". Para Ana María Matute, manifestó el rey, "la literatura es una manera de deshacerse del malestar del mundo".
La autora de "Olvidado rey Gudú" se convirtió hoy en la tercera mujer en recoger el prestigioso galardón, tras la filósofa española María Zambrano y la poetisa cubana Dulce María Loynaz.
La narrativa de la autora, que con 17 años escribió su primera novela, "Pequeño teatro", se enmarca en un realismo de prosa lírica y está marcada por temas recurrentes como la infancia, la injusticia social, la incomunicación, la Guerra Civil española (1936-1939) y la posguerra.
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