A punto de estrenar su tercera película, el hijo rebelde de "Palito" habla de su fascinación por la marginalidad, sus experiencias con prostitutas y su búsqueda en las drogas: "Me gusta destruir mis estructuras mentales".
Luis Ortega
A punto de estrenar su tercera película, el hijo rebelde de "Palito" habla de su fascinación por la marginalidad, sus experiencias con prostitutas y su búsqueda en las drogas: "Me gusta destruir mis estructuras mentales".
Por Denise Tempone
Para una persona común, el mundo interno de Luis Ortega podría resultar abrumadoramente extraño. No es un mundo luminoso, aunque tampoco es del todo oscuro. Es retorcido, cavernoso, casi indescifrable. Y está bien así. Probablemente no haya nada más lejos de su interés que la claridad total. Y nada que lo repugne más que la obscenidad de lo obvio.
Su nueva película, Los santos sucios, la sucesora de Caja negra y Monoblock, es una interesante fotografía de ese mundo interno. Con una estética apocalíptica, repleta de colores pasteles y postales de ensoñación, cuenta la historia de un grupo de sobrevivientes, no se sabe de qué. Que quedaron solos, no se sabe dónde. Ellos quieren cruzar un río, no se sabe para qué. Sucede que no importan las causas, los lugares y los fines, tampoco la historia personal de esa pareja gay que Luis interpreta junto con Alejandro Urdapilleta, ni la del extraño hombre que toca la campana o la de una chica a la que llaman "Monito". Sólo importa atravesar la incertidumbre, caminar por los márgenes del sistema, arriesgarse a la caída total. "Todos los que iban a protagonizar esta película ahora están muertos. Eran amigos de la calle, gente que conocí en la plaza de Paseo Colón y Estados Unidos. Ahí me escapaba cuando me aburría en la Universidad de Cine, que era la mayor parte del tiempo. Escribí esta historia con ellos en mente pero ninguno sobrevivió a la calle. Si bien eran alcohólicos terminales, murieron por la calle, nadie que vive en la calle muere por otra cosa. Uno solo está vivo. Era quien iba a interpretar mi personaje, pero dos días antes de empezar a filmar nos dimos cuenta que era imposible, estaba teniendo alucinaciones auditivas y no podíamos comunicarnos bien", explica. La pregunta entonces es obligatoria.
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